HISTORIA
En Colombia, en la costa del Pacífico Sur, en medio de selvas, ríos, esteros y manglares, se encuentra un pueblo que desciende de esclavos llegados del África en el siglo XVII y que hace de su herencia africana baluarte de su libertad y de su pasión por crear; se trata de un pueblo que venera el saber y la experiencia acumulada de los mayores, aunque tiene en promedio más jóvenes que los indígenas y que la población mayoritaria mestiza y blanca; es un pueblo en difíciles condiciones de subsistencia y, sin embargo, engalanado por sus músicas y danzas, que considera su riqueza, su legado, su patrimonio.
Son comunidades forzadas por grupos armados al desplazamiento, que han hecho de sus cantos tradicionales, sus músicas de marimba y sus danzas, una forma de resistencia cultural, un espacio para el disfrute y un acto de reafirmación de su existencia. Currulao, arrullos, chigualos y alabaos cantan y percuten los rituales de la muerte y la fiesta de la vida, comparten lo sagrado y lo profano, la alegría y el lamento; incorporan baile, poesía, comunión, celebración, adoración; se mueven entre la memoria de la esclavitud y la añoranza y la lucha por la libertad, combinan los romances españoles con la vitalidad de la música afro, cobran vida en la tensión entre el valor de la tradición y la fuerza de la renovación, están tan anclados en la cotidianidad, con todos sus placeres y dificultades, como en el tesón por superarse y el deseo de trascender; transforman la amenaza de la violencia en reto para la construcción de nuevas significaciones de la cultura propia, en fortalecimiento de la identidad, en patrimonio inmaterial.
Son comunidades forzadas por grupos armados al desplazamiento, que han hecho de sus cantos tradicionales, sus músicas de marimba y sus danzas, una forma de resistencia cultural, un espacio para el disfrute y un acto de reafirmación de su existencia. Currulao, arrullos, chigualos y alabaos cantan y percuten los rituales de la muerte y la fiesta de la vida, comparten lo sagrado y lo profano, la alegría y el lamento; incorporan baile, poesía, comunión, celebración, adoración; se mueven entre la memoria de la esclavitud y la añoranza y la lucha por la libertad, combinan los romances españoles con la vitalidad de la música afro, cobran vida en la tensión entre el valor de la tradición y la fuerza de la renovación, están tan anclados en la cotidianidad, con todos sus placeres y dificultades, como en el tesón por superarse y el deseo de trascender; transforman la amenaza de la violencia en reto para la construcción de nuevas significaciones de la cultura propia, en fortalecimiento de la identidad, en patrimonio inmaterial.
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